El arte de la felicidad

Resumen El Arte de la Felicidad (Dalai Lama)


Resumen del Libro El Arte de la Felicidad

A menudo los sentimientos simples son los más difíciles de expresar, y necesitamos una voz sabia que nos guíe para conocernos mejor y ejercer esa compasión afectuosa que nos une a los demás.
En El arte de la felicidad es el Dalai Lama quien nos habla, y de él recibimos el mensaje sereno de un hombre que ha conquistado la paz interior y sabe que la felicidad no es un don, sino un arte que exige voluntad y práctica.

La felicidad está determinada más por el estado mental que por los acontecimientos externos.

El éxito puede dar como resultado una sensación temporal de regocijo, o la tragedia puede arrojamos a un período de depresión, pero nuestro estado de ánimo tiende a recuperar tarde o temprano un cierto tono normal.

Los psicólogos llaman «adaptación» a este proceso, y todos podemos observar cómo actúa en nuestra vida cotidiana: un aumento de sueldo, un coche nuevo o el reconocimiento por parte de nuestros semejantes pueden levantar nuestro ánimo durante un tiempo, pero no tardamos en regresar a nuestro nivel habitual. Del mismo modo, la discusión con un amigo, el tener que dejar el coche en el taller o algún contratiempo nos deja abatidos, pero nos volvemos a animar en cuestión de días.

«Creo que el propósito fundamental de nuestra vida es buscar la felicidad. Tanto si se tienen creencias religiosas como si no, si se cree en tal o cual religión, todos buscamos algo mejor en la vida. Así pues, creo que el movimiento primordial de nuestra vida nos encamina en pos de la felicidad».

Encontramos dos clases de individuos poderosos.

Por un lado está la persona enriquecida y de éxito, rodeada de parientes, etcétera. Si la fuente en la que esa persona alimenta su dignidad y autoestima es únicamente material, quizá pueda mantener una sensación de seguridad mientras dure su buena fortuna. Pero cuando se desvanezca ésta, la persona sufrirá, porque no hay para ella ningún otro refugio.

Por otro lado, tenemos a la persona que disfruta de un bienestar material similar pero es cálida y afectuosa y abriga sentimientos compasivos. Al tener otra fuente para su dignidad, otro anclaje, es probable que no se sienta deprimida si de pronto desaparece su fortuna. Estos ejemplos nos muestran el valor práctico del calor y el afecto humanos.

El hecho de señalar el estado mental como el factor fundamental para alcanzar la felicidad no significa negar que debemos satisfacer nuestras necesidades físicas básicas de alimentación, vestido y cobijo. Pero, una vez satisfechas esas necesidades, el mensaje es claro: no necesitamos más dinero, ni más éxito o fama; no necesitamos tener un cuerpo perfecto ni una pareja perfecta. En este momento tenemos ya una mente con todo lo imprescindible para alcanzar la completa felicidad.

Cuando la vida se hace demasiado complicada y nos sentimos abrumados, a menudo resulta muy útil retroceder un poco y recordar cuál es nuestro propósito, nuestro objetivo esencial. Al afrontar la sensación de estancamiento y confusión, puede sernos útil tomar una hora, una tarde o incluso varios días para reflexionar y determinar qué es lo que nos aportará verdaderamente felicidad, para luego organizar nuestras prioridades. Eso puede resituar nuestra vida en el contexto adecuado, permitir una nueva perspectiva y ver el camino correcto.

El propósito de nuestra vida ha de ser positivo.

No nacimos con el propósito de causar problemas, de hacer daño a los demás. Para que nuestra vida sea valiosa, tenemos que desarrollar buenas cualidades, como cordialidad, afabilidad y compasión. Entonces, nuestra vida podrá ser más significativa y pacífica, más feliz.

Muchos problemas aparecen sencillamente porque las personas no se conceden tiempo suficiente para conocerse unas a otras. En cualquier caso, creo que si alguien trata de construir una relación verdaderamente satisfactoria, la mejor forma de conseguirlo es conociendo la naturaleza profunda del otro, y relacionándose con él en ese nivel, en lugar de hacerlo simplemente a través de las características superficiales. Y en esas relaciones también juega un papel la verdadera compasión.

La compasión puede definirse como un estado mental que no es violento, no causa daño y no es agresivo. Se trata de una actitud mental basada en el deseo de que los demás se liberen de su sufrimiento, y está asociada con un sentido del compromiso, la responsabilidad y el respeto a los demás.

Los problemas, por sí solos, no provocan automáticamente el sufrimiento.

Si logramos abordar con decisión nuestros problemas y centrar nuestras energías en encontrar una solución, el problema puede transformarse en un desafío. No obstante, si consideramos «injusto» ese contratiempo, añadimos un ingrediente que puede crear inquietud mental y sufrimiento. Entonces no sólo tenemos dos problemas, en lugar de uno, sino que ese sentimiento de «injusticia» nos distrae, nos consume, nos priva de la energía necesaria para solucionar el problema original.

La aceptación del cambio puede ser un factor importante para reducir en buena medida nuestro sufrimiento. A menudo nos causamos sufrimiento al negarnos a renunciar al pasado. Si definimos nuestra imagen por el aspecto que teníamos o por lo que solíamos hacer y no podemos hacer ahora, es muy probable que nos sintamos más infelices a medida que envejecemos.

En ocasiones, cuanto más tratamos de aferrarnos a algo, tanto más grotesca y distorsionada se hace la vida.

La aceptación de la inevitabilidad del cambio como principio general nos ayuda a afrontar muchos problemas y a asumir un papel más activo; conocer y comprender los cambios puede evitarnos la ansiedad, que es la causa de muchos de nuestros problemas.

Aunque estamos acostumbrados a utilizar técnicas psicoterapéuticas para modelar el comportamiento, para eliminar malos hábitos como fumar o beber y para combatir conductas impulsivas, no estamos tan acostumbrados a cultivar los atributos positivos, el amor, la compasión, la paciencia y la generosidad, como armas purificadoras de los estados mentales negativos.

El Dalai Lama ha resaltado repetidas veces que la disciplina interior es la base de una vida espiritual. Es el método fundamental para alcanzar la felicidad. La disciplina interior supone, desde su perspectiva, combatir los estados negativos de la mente, como la cólera, el odio y la avaricia, y cultivar los estados positivos como la amabilidad, la compasión y la tolerancia.

También ha señalado que una vida feliz se construye sobre el fundamento de ese estado mental sereno y estable. El desarrollo de la disciplina interna puede incluir técnicas de meditación formal que ayudan a estabilizar la mente y logran ese estado de calma. La mayoría de las religiones incluyen prácticas que tratan de aquietar la mente, de situarnos más en contacto con nuestra más profunda naturaleza espiritual.

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