Las siete leyes espirituales para padres

Resumen Las siete Leyes Espirituales para Padres (Deepak Chopra)


Resumen del Libro Las siete Leyes Espirituales para Padres

Quien quiera que desee explicarles las leyes espirituales a sus hijos encontrará aquí la forma de hacerlo en términos que los niños puedan comprender y aplicar.

La fascinación por el éxito material ha impedido a la sociedad reconocer una verdad profunda: que el éxito depende de lo que la persona es, no de lo que hace.

Muchas personas creen ciegamente que el éxito es material y puede medirse en términos de dinero, prestigio o abundancia de posesiones. No cabe duda de que todas esas cosas pueden ser importantes, pero poseerlas no es garantía del éxito. El éxito que deseamos para nuestros hijos debe incluir también muchas facetas que no son materiales, entre ellas la capacidad para amar y sentir compasión, la capacidad para sentir alegría y contagiarla a los demás, la seguridad de saber que la vida tiene un propósito y por último, la sensación de estar conectados con el poder creador del universo. Todos estos aspectos constituyen la dimensión espiritual del éxito, la dimensión que produce satisfacción interior.

Si todos los días logramos ver el significado de la vida en forma de simplicidad y asombro, habremos alcanzado el éxito lo cual significa, en el fondo, que cuando nace cada ser humano ya posee el éxito.

Cuanto más pronto aprenda una persona a vivir de manera armoniosa, creativa y sin esfuerzo, mayor será la probabilidad de que experimente el éxito durante toda su vida. Eso es lo que debemos enseñarles a nuestros hijos, y hacerlo será la mayor fuente de dicha y orgullo.

Estas son las siete leyes espirituales

PRIMERA LEY: Todo es posible.
SEGUNDA LEY: Si deseas obtener algo, da eso mismo.
TERCERA LEY: Cuando haces una elección, cambias el futuro.
CUARTA LEY: No te resistas —sigue la corriente.
QUINTA LEY: Cada vez que deseas o esperas algo, siembras una semilla.
SEXTA LEY: Disfruta el viaje.
SEPTIMA LEY: Estás aquí por una razón.

La formación más profunda que se le puede dar a un hijo es la espiritual.

Las siete leyes espirituales no se deben transmitir como reglas ni preceptos rígidos, sino como una forma propia de ver la vida. Como padre o madre, su ejemplo será una enseñanza mucho más eficaz que las palabras.

Desde el mismo momento en que nuestros hijos nacen nos convertimos en maestros del espíritu. Si creamos una atmósfera de confianza, tolerancia, sinceridad y aceptación, esas cualidades serán absorbidas como cualidades del espíritu. En un mundo perfecto, la labor de ser padres se podría reducir a una sola frase: mostrar y ser solamente amor.

LACTANTE, 0-1 AÑO
PALABRAS CLAVE: Amor, afecto, atención.
La unión espiritual con un hijo se crea a través de las caricias, los abrazos, la protección, el juego y la atención.

INFANTE, 1-2 AÑOS
PALABRAS CLAVE: Libertad, estímulo, respeto.
La seducción de la libertad y la curiosidad tiran de él en una dirección, pero el miedo y la inseguridad tiran en dirección opuesta. El hecho de estar solos no siempre es una experiencia placentera; por lo tanto, es deber de los padres comunicar una lección espiritual sin la cual ningún niño puede convertirse en un ser verdaderamente independiente: que el mundo es un lugar seguro.

EDAD PREESCOLAR: 2-5 AÑOS
PALABRAS CLAVE: Merecer, explorar, aprobar.
La tarea principal de esta etapa es que el niño aprenda a valorarse a sí mismo. La autoestima abona el terreno para que el niño pueda salir de la familia e ir al encuentro de un mundo más grande y ancho. Esta etapa se identifica con los deberes y los desafíos.

JARDÍN DE INFANTES
COMIENZO DE LA ESCUELA PRIMARIA, 5-8 AÑOS
PALABRAS CLAVE: Dar, compartir, no juzgar, aceptación, verdad.

El dar es la forma como demostramos, a cualquier edad, nuestra empatía con las necesidades de los demás. Si al niño se le presenta el dar como una pérdida —sacrificar algo para entregarlo a otro— no se le habrá enseñado la lección espiritual de esta etapa. En términos espirituales, dar es «yo te doy sin perder nada porque tú eres parte de mí». Un niño pequeño no puede comprender esta idea totalmente, pero sí sentirla. Los niños no solamente desean compartir sino que les encanta hacerlo. Sienten el calor que nace de rebasar las fronteras del ego para incluir a otra persona en su mundo particular; no existe otro acto más íntimo y por lo tanto, que genere más dicha.

Enseñarle al niño que la verdad lo hará sentirse bien es el primer paso para darle a entender que la verdad tiene una cualidad espiritual.

NIÑOS MAYORES: 8-12 AÑOS
PALABRAS CLAVE: Independencia de criterio, discernimiento, percepción
Esta etapa es la más grata para muchos padres, que gozan al ver cómo sus hijos desarrollan personalidad e independencia. El niño piensa por sí mismo, prefiere ciertos pasatiempos, se inclina por unas cosas y rechaza otras, muestra entusiasmo, y la carrera del descubrimiento se orienta hacia cosas que pueden durar toda la vida, como el amor por la ciencia o el arte. Los conceptos espirituales clave están en armonía con esta emocionante fase.

Un niño de diez años es capaz de alcanzar la sabiduría, y experimenta por primera vez el más delicado de los dones: la percepción personal. El niño puede ver el mundo y juzgarlo a través de sus propios ojos, y ya no tiene necesidad de esperar a recibirlo de mano de los adultos.

PRIMERA ADOLESCENCIA: 12-15 AÑOS
PALABRAS CLAVE: Conciencia de sí mismo, experimentación, responsabilidad.
La infancia termina con la primera adolescencia, época tradicionalmente penosa y difícil. Durante este tiempo, el niño experimenta el paso súbito de la inocencia a la pubertad y la llegada de unas necesidades que los padres ya no pueden satisfacer. Los padres, por su parte, se dan cuenta de que deben soltar al niño y confiar en que éste sea capaz de manejar un mundo de responsabilidades y presiones al cual ellos mismos escasamente han aprendido a acomodarse sin sentirse inseguros.

Hay dos cosas duraderas que podemos aspirar a dejarles a nuestros hijos; la primera es raíces y la otra, alas. HODDIXG CÁRTER.

Las siete leyes espirituales se pueden incorporar a la vida familiar desde cuando los niños están muy pequeños.

Si se hace con naturalidad, sin presiones ni imposiciones, los niños crecerán viendo un ejemplo vivo de la forma como el espíritu engendra el éxito.

Los niños irán comprendiendo el significado de las leyes con el tiempo. Recordemos que los hijos aprenden principalmente de lo que ven en sus padres, no de lo que éstos dicen. Nuestra práctica es siempre la influencia más positiva. Nuestros hijos nos necesitan como modelos y ejemplos; en ese sentido, su práctica espiritual consiste en observarnos desde muy temprana edad. Si nos ven crecer, cambiar y encontrar mayor felicidad y sentido en la vida, la expresión «estar en armonía con el universo» adquirirá para ellos una fuerza práctica. Querrán lo mismo para ellos, aunque todavía no comprendan los principios que están en juego.

Desde la edad de seis o siete años conviene comenzar a enseñarles a los niños que unos pocos minutos de soledad y silencio todos los días son buenos. Antes de esta edad no se debe tratar de suprimir la energía y el entusiasmo naturales de la infancia.

El silencio interior promueve la claridad mental; nos permite valorar nuestro mundo interior; nos enseña a buscar nuestra fuente interior de paz e inspiración cada vez que enfrentamos un problema o un desafío.

«El límite de lo que podemos recibir de Dios es nuestra capacidad para apreciar sus dones».

La naturaleza es el lugar perfecto para ampliar nuestros horizontes.

A los niños les encanta la inspiración que reciben de las maravillas naturales y usted como padre puede reforzar esa experiencia señalando la libertad y la expansión que se sienten al estar cerca de la naturaleza. La sensación de omnipotencia nos invade cada vez que contemplamos el inmenso cielo o la magnificencia de una cordillera.

Desde el punto de vista espiritual, los paisajes infinitos del mundo natural nos hacen sentir que podemos ser uno con el infinito.

Cuando los niños mayores están listos para asimilar conceptos más abstractos, es de gran valor enseñarles a no juzgar. No juzgar implica no calificar a las demás personas y sus conductas como «buenas» o «malas». Es el primer paso para desarrollar actitudes maduras como la aceptación, la no violencia y la compasión por la vida.

En el plano espiritual, el éxito depende de atender a las leyes que gobiernan el funcionamiento de la naturaleza, y la ley del dar es una de las más valiosas. Muchos maestros espirituales han enseñado, como lo explica el yogui moderno Shivananda, que «dar es el secreto de la abundancia».

A los niños les encanta dar y cuando comienzan a no hacerlo es porque están reflejando las actitudes que ven en los adultos.

¿Cuánto hemos tenido que pagar por el aire, la lluvia y el sol que nos mantienen vivos?

Aprender a felicitar al ganador del juego que acabamos de perder, a tratar a un recién llegado con amabilidad e incluirlo en el grupo, y a ofrecer ayuda con tacto y humildad son lecciones apropiadas para los niños mayores.

Un ritual de gratitud, compartido en familia, es una linda manera de reconocer el don de la vida. Podría realizarse tomándose todos de las manos a la hora de la cena para dar gracias, no sólo por los alimentos sino por todo lo que se ha dado ese día.

Si no ves inmediatamente los resultados de tus actos —buenos o malos— Ten paciencia y observa.

La ley del menor esfuerzo nos pide que reconozcamos la frescura de la vida permitiendo su libre desenvolvimiento. Nos dice que debemos vivir el momento, buscar la ayuda de la naturaleza y dejar de culpar a los demás o a las cosas externas.

Las fuentes del progreso humano han sido siempre las ideas, la inspiración y el deseo, los cuales nos llegan espontáneamente. No hay forma de forzar la inspiración, o el deseo o, incluso, las buenas ideas.

La manera de cumplir la más elevada de las responsabilidades no es trabajar hasta el cansancio, sino realizar el trabajo del espíritu con una actitud de alegría y creatividad. Ésta es la única manera de hacer posible una vida sin lucha.

Haz todo lo que puedas por organizar tu vida, pero recuerda que la naturaleza es la Organizadora por excelencia. No trates de controlar el curso del río. En los momentos de mayor productividad y creación, la naturaleza No trabaja… juega. El mejor trabajo sale de nosotros sin esfuerzo. Al final de nada sirve oponer resistencia a la vida. Ábreles la puerta a los dones del espíritu.

Elige con cuidado aquello en lo que pones tu empeño, porque sin duda alguna lo tendrás. Ralph Waldo Emerson.

Todos trabajamos en deseos grandes y pequeños simultáneamente, y no todos pueden hacerse realidad al mismo tiempo. Cada deseo tiene su momento propicio, su propia manera de hacerse realidad.

El éxito puede venir de cualquier parte.

Cuando usted reconozca este hecho, podrá enseñarles a sus hijos el principio de aguardar con paciencia. Es decir, después de que usted sabe qué es lo que desea, debe quedarse tranquilo. Los deseos superficiales y triviales sencillamente se desvanecerán, pero los más sinceros y profundos serán alimentados por la naturaleza. Cuénteles a sus hijos que los deseos que se guardan en el corazón se hacen realidad más rápidamente que aquéllos que difundimos constantemente al hablar de ellos o exigírselos a los demás.

Inocencia es saber que podemos guiar a los niños pero nunca controlarlos. Debemos mantener una actitud de apertura hacia la persona que hay en todo niño, una persona destinada a ser diferente de nosotros. En la inocencia podemos aceptar este hecho con un corazón alegre.

Inocencia es saber que la vida jamás nos da certeza. Los hijos tomarán caminos imposibles de prever y harán cosas que nosotros jamás haríamos. La incertidumbre es una realidad porque la vida es solamente cambio. En la inocencia aceptamos esto y renunciamos a la necesidad de obligar a nuestros hijos a ajustarse a nuestras nociones preconcebidas.

Inocencia es saber que nuestros hijos son nuestros y aun así no nos pertenecen.

Como padres, lo que enseñamos a nuestros hijos no es diferente de lo que aprendemos constantemente nosotros mismos.

Fin del Resumen

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